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El triste asesinato de un matrimonio de periodistas mexicanos: Juan Francisco Rodríguez & María Elvira Hernández

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  • 21 abril, 2014

Esta traducción al español fue publicada originalmente en el libro Tú y yo coincidimos en la noche terrible, editado por Lolita Bosch y Alejandro Vélez Salas de la organización Nuestra Aparente Rendición en 2012. La versión original de este artículo fue escrita en inglés y publicada en su idioma original por primera vez en el sitio Mexican Journalism Translation Project (MxJTP) con el permiso del autor, quien retiene los derechos al material en inglés.

El artículo describe el asesinato en 2010 de un matrimonio de periodistas, Juan Francisco Rodríguez Ríos y María Elvira Hernández Galena, en el estado mexicano de Guerrero. 

Tú y yo coincidimos en la noche terrible recopila los perfiles de 127 periodistas que han sido asesinados o que han desaparecido en México durante los últimos 12 años. El proyecto sigue siendo actualizado en el sitio de Nuestra Aparente Rendición.

Este artículo se republica aquí con el permiso del autor y Nuestra Aparente Rendición.

* * * * *
Por Andrew Kennis*

En una típica noche caliente y lluviosa, en el suroeste de Guerrero, hombres armados irrumpen en un café internet propiedad de un matrimonio de periodistas. Salen de un auto negro con vidrios polarizados, desenfundan sus revólveres, disparan y asesinan a la pareja a quemarropa. Fue un 28 de junio de 2010.

Juan Francisco Rodríguez Ríos y María Elvira Hernández Galeana tenían, respectivamente, 49 y 36 años cuando fueron asesinados. El mayor de sus hijos, de sólo 17 años, estaba presente cuando esas siete detonaciones acabaron, en un suspiro, con la vida de sus padres.

“No tenía una relación cercana con él, solamente éramos compañeros de trabajo”, susurró por el teléfono la editora del Sol de Acapulco, Carolina Santos. “Sin embargo puedo decir que era una persona amigable y que siempre fue respetuoso con todos aquellos con quienes trabajó”. Y sin embargo, apenas dicen nada. “No estamos autorizados a hablar de él”, dijo una compañera que conserva el anonimato.

La estela de silencio que el asesinato de Juan Francisco Rodríguez dejó entre sus colegas no impidió que yo continuara indagando y encontrara que ejercía desde hacía dos décadas el periodismo en Coyuca de Benítez, municipio ubicado en la Costa Grande de Guerrero. Cuando fue asesinado, era corresponsal del Sol de Acapulco y del Diario Objetivo de Chilpancingo. Además de su trabajo como periodista independiente y de sus labores en el café internet, Juan Francisco Rodríguez era también delegado del Sindicato Nacional de Redactores de la Prensa.

Algunos días antes de su muerte, él, junto con decenas de periodistas, habían condenado la persistente violencia en contra de sus colegas, que en 2010 tuvo su punto más álgido. Apenas unas horas antes de su asesinato, Juan Francisco Rodríguez había estado reportando en el lugar de los hechos una marcha en conmemoración del quince aniversario de la masacre de Aguas Blancas, perpetrada en 1995.

Mientras los voceros de las instancias gubernamentales dedicadas a investigar esos crímenes declararon ante los medios y los organismos de derechos humanos que sospechaban que el móvil de los asesinatos era el robo, periodistas declararon de forma anónima a la prensa local que no debía dársele demasiado peso a esa hipótesis. Los cafés internet usualmente no logran reunir en una jornada más de 600 pesos, por lo que difícilmente son blancos de robo.

El doble asesinato atrajo la condena internacional. Irina Bokova, directora general de la UNESCO, declaró que este tipo de crímenes no deben quedar impunes. Carlos Lauria, coordinador del Comité para la Protección de los Periodistas, dijo que la ola de asesinatos entre los dedicados a este oficio era la causa de que se estuviera extendiendo la autocensura.

Cabe añadir como nota al pie que las balas que fueron encontradas en la escena del crimen eran de calibre .38, y que los asesinatos aquí referidos tuvieron lugar el mismo año en que explotó la controversia en torno al programa Rápido y Furioso impulsado por el gobierno estadounidense. De hecho, revólveres calibre .38 fueron las armas que principalmente fueron distribuidas con el fin de seguir su trayectoria entre las bandas del crimen organizado, y que resultaron en la provisión de un arsenal de miles de unidades de alto poder a los principales cárteles mexicanos de la droga. En México un porcentaje muy pequeño de los asesinatos son investigados y perseguidos por la justicia, y este caso no es la excepción: no hay sospechosos del crimen.

El periodista investigativo internacional Andrew Kennis imparte clases en el departmento de periodismo de la Universidad de Texas en El Paso. Sígalo en Twitter: @Andrew_Kennis. Fue traducido al español por la periodista Lorena Cervantes y apareció por primera vez en el sitio de Nuestra Aparente Rendición. Haga click aquí para leer el artículo original en inglés en el sitio del Mexican Journalism Translation Project.

Nota del editor: Esta historia fue publicada originalmente en el blog Periodismo en las Américas del Centro Knight, el predecesor de LatAm Journalism Review.

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